Este Miércoles de SOMA el arquitecto y director del despacho interdisciplinario A001, Eduardo Gorozpe, nos platicó acerca de Ciudad Anagrama: Cartografías Urbanas, un proyecto cuya finalidad fue el análisis algorítmico de dos espacios públicos en la Ciudad de México. Esta investigación desarrolló un compendio de algoritmos que permiten visualizar los patrones de movimiento, o falta de, de los habitantes de cada espacio a través de la compilación de SmartData.

 

El resultado del mapeo fueron piezas que no sólo nos permiten tener una lectura desde la arquitectura y el urbanismo, sino que nos muestran una aproximación estética a través de la cual podemos encontrarnos y reconocernos. Estas obras de arte dilucidan relaciones interesantes entre las distintas formas de habitar, las condiciones mismas del espacio, y cómo éstas se conjugan para crear un “lugar” a partir de un espacio. Pensemos, por ejemplo, en la interacción entre niños que juegan, el cruzar una calle, vendedores, paseantes, el tiempo que transcurre, la distancia que guardamos los unos con los otros, la percepción, la experiencia y los sentimientos, entre otras cosas que pueblan un lugar. 

 

Es esta dinámica compleja, que se mueve en tiempo real, la que nos permite concebir a la ciudad como un Anagrama: una operación hermenéutica de configuración y reconfiguración de sentido, como cuando se interrumpe y se reorganiza la secuencia de letras en una palabra. La investigación del proyecto arroja más de una pregunta sobre el estatuto de la arquitectura como una práctica que supera la mera construcción de edificios y que se ocupa más bien de catalizar reacciones entre los habitantes de un espacio, y el espacio mismo. Estas piezas cartográficas nos hablan de la relación del cuerpo con el espacio, de las relaciones humanas con un espacio físico colectivo, los acercamientos, los desencuentros y los conflictos. Muestran lo que la ciudad nos diría si prestamos atención.

 

Nos preguntamos entonces: ¿Qué es el espacio, y el lugar? ¿Cómo se ve la apropiación del espacio? ¿Cómo habito yo un espacio? ¿Cuál es nuestra experiencia colectiva de habitar un lugar? Y más interesante aún: ¿cuál es la experiencia de un lugar, cuando es habitado por nosotros? 

 

 

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El resultado del mapeo fueron piezas que no sólo nos permiten tener una lectura desde la arquitectura y el urbanismo, sino que nos muestran una aproximación estética a través de la cual podemos encontrarnos y reconocernos. Estas obras de arte dilucidan relaciones interesantes entre las distintas formas de habitar, las condiciones mismas del espacio, y cómo éstas se conjugan para crear un “lugar” a partir de un espacio. Pensemos, por ejemplo, en la interacción entre niños que juegan, el cruzar una calle, vendedores, paseantes, el tiempo que transcurre, la distancia que guardamos los unos con los otros, la percepción, la experiencia y los sentimientos, entre otras cosas que pueblan un lugar. 

 

Es esta dinámica compleja, que se mueve en tiempo real, la que nos permite concebir a la ciudad como un Anagrama: una operación hermenéutica de configuración y reconfiguración de sentido, como cuando se interrumpe y se reorganiza la secuencia de letras en una palabra. La investigación del proyecto arroja más de una pregunta sobre el estatuto de la arquitectura como una práctica que supera la mera construcción de edificios y que se ocupa más bien de catalizar reacciones entre los habitantes de un espacio, y el espacio mismo. Estas piezas cartográficas nos hablan de la relación del cuerpo con el espacio, de las relaciones humanas con un espacio físico colectivo, los acercamientos, los desencuentros y los conflictos. Muestran lo que la ciudad nos diría si prestamos atención.

 

Nos preguntamos entonces: ¿Qué es el espacio, y el lugar? ¿Cómo se ve la apropiación del espacio? ¿Cómo habito yo un espacio? ¿Cuál es nuestra experiencia colectiva de habitar un lugar? Y más interesante aún: ¿cuál es la experiencia de un lugar, cuando es habitado por nosotros? 

 

 

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